lunes, 17 de noviembre de 2014

En el sur de la Catalana -Ari Cambronero-


La Catalana es uno de los barrios más antiguos de Sant Adrià del Besòs, situado entre la Mina y el margen izquierdo del río. Su origen se remonta a principios del siglo XX cuando se empezaron a instalar los trabajadores de la Central Térmica propiedad de la empresa Catalana de Gas y Electricidad. El barrio estaba formado por un centenar de casas bajas con patio y huerto que le daban un aire de pequeño pueblo atrapado entre el río, la Mina, la autopista y la vía del tren. Una importante operación urbanística, cuando se empezó a construir el Forum, conllevó la demolición de casi todo el barrio y el realojamiento de la mayoría de sus vecinos. El ambicioso proyecto de la Catalana preveía la construcción en dos fases de más de una decena de nuevos bloques de pisos, un complejo hotelero y un puente para facilitar el acceso al Forum. La primera fase se ejecutó en la zona norte del antiguo barrio. La segunda fase, en la zona sur (donde se ubicaban las antiguas casas), quedó paralizada con el inicio de la crisis inmobiliaria. Calles desiertas, terrenos invadidos por vegetación, basuras y escombros, unas pocas casas y unos huertos cerca de la vía del tren, son hoy todo lo que queda de la antigua Catalana. Y, allí, en medio de todo eso, aun hay quien vive, sobrevive o simplemente pasa el rato hasta que algún día vuelvan las máquinas.

Casa a medio derruir convertida por Toni, vecino de la Mina, en una cuadra para sus dos caballos. Toni no quiere un piso en la nueva Catalana, quiere una casa para poderse llevar a los caballos. 
Uno de los caballos de Toni en lo que queda del viejo patio de la casa.
Taller improvisado en una de las calles del barrio. José, que vive en la Mina, arregla aquí su furgoneta.
Mohamed, marroquí, 34 años. Lleva seis en España. Hace dos años perdió su empleo y le echaron de su piso en Santa Coloma. Llegó hace un año a la Catalana y vive bajo un techo de madera y chapa que él mismo construyó entre los escombros de una de las casas.
Un barreño sirve tanto para lavar platos o algo de ropa como para ducharse y afeitarse por las mañanas.
Aquí es donde vive Mohamed. El espejo lo encontró en un contenedor y la botella de jabón se la dieron. Me dice que quiere construir otra habitación para así tener dos, una para cocinar y lavarse y otra para dormir.
Khelifa, argelino, 45 años, llegó a España hace ocho. No trabaja y siempre ha vivido en la calle. Dice que le robaron los papeles y que necesita 60 euros para renovarlos. Por la mañana vaga por el centro de Barcelona y por la tarde regresa a la Catalana. 
Al lado de la vía del tren, en el extremo sur de la zona, cuatro chinos cultivan unos extensos huertos. No hablan ni entienden prácticamente nada de lo que les digo. El más joven de ellos me ofrece tabaco, nos sentamos y lía un cigarrillo. Se pasa el día fumando y trabajando en el huerto. Insiste en que todas las semillas que planta se las traen de China, o eso es lo que me parece entender...
Algún vecino de los de antes aun vuelve por las tardes a pasar el rato. Hoy asa boniatos en una barbacoa. Antes lo hacía en otoño casi todas las tardes.
Ante la mirada atenta del perro, disparo, disparo y disparo porque me gusta el encuadre. Este es el patio de una de las dos casas que aun siguen en pie. Sus propietarios siguen negociando. Me dicen que les ofrecen muy poco y que no tienen prisa por irse y meterse en un piso. Aquí se vive muy bien...

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