La Mina, confecciona un barrio con la mayor
marginación social del área metropolitana de Barcelona, sufre de un paisaje
urbano que ha encerrado las calles en una fortaleza al margen del mundo exterior.
La densidad de población es muy alta, las casas son de mala calidad y con un
espacio de vida muy limitado. La pobreza tiene unas cifras por encima del
promedio, con analfabetismo funcionando a un 25%. El desempleo o el empleo en
el sector ilegal junto al ausentismo escolar son muy altos. La degradación de
la comunidad ha sido intensa y con altos índices de delincuencia, drogadicción
y una grave fractura social, caracterizando un barrio al que muchos llamaron “el distrito sin ley” y bañado por un conflictivo plan de saneamiento en el
que se derriba gran parte de la zona más antigua del barrio, La Catalana.
Al son de "mira la mina como cambia", hace ya numerosos años que en concreto el barrio de La Catalana pasa por un momento de transición. Las escasa familias que aún viven en estas 4 desérticas manzanas conviven con el peor momento del que era la zona tranquila de la mina, donde muchos podían convivir con animales propios de una granja y eran habituales los partidos de fútbol improvisados en plena calle. Actualmente, estos conviven con calles de rudimentario asfaltado, viviendas muy deterioradas por las numerosas ocupaciones ilegales en las casa de los que eran sus vecinos, y el olor a brasas, cables de cobre y goma de neumático se mezcla en el ambiente y es fácilmente apreciable cuando te acercas a los colectivos que intentan vivir y sacar rentabilidad a este efímero lugar, montando, por ejemplo, un taller de coches clandestino como en el número 60 de un barrio sin calles.
Al son de "mira la mina como cambia", hace ya numerosos años que en concreto el barrio de La Catalana pasa por un momento de transición. Las escasa familias que aún viven en estas 4 desérticas manzanas conviven con el peor momento del que era la zona tranquila de la mina, donde muchos podían convivir con animales propios de una granja y eran habituales los partidos de fútbol improvisados en plena calle. Actualmente, estos conviven con calles de rudimentario asfaltado, viviendas muy deterioradas por las numerosas ocupaciones ilegales en las casa de los que eran sus vecinos, y el olor a brasas, cables de cobre y goma de neumático se mezcla en el ambiente y es fácilmente apreciable cuando te acercas a los colectivos que intentan vivir y sacar rentabilidad a este efímero lugar, montando, por ejemplo, un taller de coches clandestino como en el número 60 de un barrio sin calles.










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